Ortodoxia para las masas, heterodoxia para las élites

Ante el goteo de noticias de “compañeros de viaje” de la nueva y excelsa izquierda que aparentemente han tenido comportamientos poco coherentes con su discurso, se está poniendo el foco en la contradicción, hipocresía, cinismo, etc., de esa disociación, también por parte de las “compañeras de viaje” supuestamente encubridoras.

Me atrevo a formular una hipótesis alternativa, que tiene en cuenta la tradición de la que provienen principalmente los cuadros masculinos y femeninos de formaciones como Podemos o Sumar (lo de Unidas no sé yo qué aplicación tiene hoy en día). No se trata de una situación de hipocresía, sino de perfecta coherencia y lucidez: el discurso y la normalización legislativa que lo acompaña no se aplica a la vanguardia revolucionaria, a los cuadros directivos, porque son conscientes de, en muchos casos, lo disparatados que son, aunque lo proyecten y exijan para el resto de la población, incluida su militancia.

Una buena parte de quienes lanzan Podemos proceden de las Juventudes del Partido Comunista. En su más estricta tradición, estamos hablando de estructuras que, ante movimientos como el 15-M, aplican el principio del vanguardismo, una vanguardia encargada de guiar, encauzar y articular a una “masa proletaria” (así definida en sus orígenes) en movimiento hacia la revolución, en la que se disuelven y desaparecen las personas. Ese término, revolución, se usa de manera recurrente y natural en los inicios de la organización, como lo de “asalto a los cielos”, etc., de manera coherente con ese origen y visión del movimiento social y político.

En ese contexto, algunos de los mecanismos que más y mejor se emplean y funcionan para las labores de guía y encauzado son los principios de doctrina, de ortodoxia y de señalamiento. La heterogeneidad del propio 15-M y la falta de creatividad y discurso en el plano socioeconómico de las y los jóvenes politólogos obliga a identificar e instrumentalizar algún concepto o elemento con suficiente transversalidad. Ese concepto, además, debe prestar servicio como eje de la ortodoxia. En esas circunstancias, el concepto “feminismo” acude al rescate de Podemos y se agarran (aparentemente, en algunos casos, con amplia literalidad) al mismo.

Como pone de manifiesto, por ejemplo, Juan Soto Ivars, el feminismo es una “ocurrencia tardía” para Podemos, en su programa político, pero incluso en su propio nombre o marca, con lo de Unidas. Sin embargo, una vez se asume su utilidad, se convierte en referencia máxima de la propuesta de la organización. Es una herramienta que facilita el señalamiento si alguno o alguna (nadie se libra) se aparta de la ortodoxia definida por el partido, que además se convierte en EL FEMINISMO, sin matices. Por tanto, estamos ante una definición que prima el principio de control y ortodoxia sobre el de normalización o convivencia entre personas, géneros o sexos o, por supuesto, un programa de emancipación e igualdad para la mujer.

El feminismo de Podemos no se construye en torno a la realidad social, el comportamiento humano, la convivencia, la igualdad, la emancipación o la construcción de derechos (y deberes) para las mujeres, sino a su servicio como herramienta de control de la ortodoxia. Facilita, además, el despliegue del arsenal en el que basan, con buen tino e inteligencia, sus medios de guía y control de la “masa proletaria moderna”: las Redes Sociales.

Por tanto, desde el primer minuto, hombres y mujeres dirigentes en Podemos/Sumar/Confluencias son conscientes de que el discurso que propagan en torno al feminismo no se aplicará a los cuadros directivos y a la vanguardia del movimiento, como siempre ha pasado en todos los movimientos populistas, sean de izquierdas o de derechas. Los comportamientos pueden ser de mejor o peor gusto, más o menos molestos, pero se tratan internamente como situaciones a reconducir por cauces distintos de la vía penal. La disonancia aparece, por tanto, para quienes sí se debe aplicar el discurso: la militancia, sometida a la ortodoxia; y para quienes están fuera del partido, que son carne o bien de masa en la ortodoxia, o bien de enemigo (à la Schmitt) en la heterodoxia, pero en ningún caso personas.

Desde un principio, la dirección de la Nueva Izquierda sabe que sus cuadros directivos no están sometidos a las normas, principios y ortodoxia que se predican para el resto. Saben perfectamente que son inútiles como reglas de convivencia normalizada, especialmente en un movimiento político como el que dirigen. No existe disonancia cognitiva ni incoherencia, simplemente un descuido en comunicar que lo que exigen a las y los demás, como mecanismo de control, obviamente no puede ni debe aplicarse a quienes definen y marcan dicha ortodoxia.

Alberto Demetrio

Licenciado en Economía por la Universidad de Barcelona, PDD de la IESE Business School y algunas cosas más que no vienen al caso. Durante 25 años he trabajado por y para la Unión Europea en España con la firme convicción de que puede y debe ser un proyecto común ilusionante, justo y solidario.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *